El pasado 5 de mayo la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró el fin de la emergencia sanitaria por COVID-19. De igual manera lo hizo también la Secretaría de Salud en México. Se mencionó que, pese a esta noticia, continuarán las acciones de prevención a largo plazo.

            Este anuncio se produce después de más de tres años de haberse declarado la enfermedad de coronavirus a nivel global. Es una noticia que representa, de manera simbólica, “el fin” de la pandemia, la cual provocó muchas pérdidas. Al mismo tiempo, la OMS señaló que, aunque esta fase de emergencia ha terminado, la pandemia no ha llegado a su fin, como tampoco lo han hecho las consecuencias de la misma. Es importante reconocer los efectos a largo plazo del COVID y del confinamiento ocasionado por la misma.

Podría pensarse que la salud a nivel internacional y nacional sigue siendo prioritaria. La OMS define a la salud más allá de la simple ausencia de algún tipo de afección o enfermedad: se trata de un estado de bienestar físico, social y mental. Es justamente en el nivel preventivo del bienestar mental de donde surge la reflexión de estas líneas, ya que solemos prestar más atención a la salud física que a la mental. La OMS propone una definición de la salud mental parecida a la salud física: se comparte la idea de un estado de bienestar, pero a nivel mental, la cual permitiría a las personas hacer frente a momentos de estrés para poder desarrollar sus habilidades. Otras definiciones incluyen otros tipos de bienestares: emocional, psicológico y social, así como las afecciones que se ven involucradas, todo ello “afecta la forma en que pensamos, sentimos y actuamos, tomamos decisiones y nos relacionamos con las demás personas” (Doddoli, 2023).

Un tema preocupante que se relaciona de manera directa con la salud mental son los suicidios. Según el INEGI (2022), en 2021 sucedieron 8,351 fallecimientos por lesiones autoinfligidas en todo el país, lo que representa una tasa de suicidio de 6.5 por cada 100 mil habitantes. El grupo con mayor riesgo es el de las personas de 15 a 29 años, con una tasa de 10.4 por cada 100 mil (INEGI, 2022). Este grupo corresponde al grueso de nuestra población universitaria, lo que enciende alarmas en una Institución de Educación Superior como es la Ibero, ya que es un tema que sigue estando estigmatizado y por lo mismo, siendo tabú, pero debe ser prioritario en un nivel de prevención desde las aulas.

             Es importante que todo el personal que colabora en la Ibero nos involucremos en distintos niveles: como institución, la Ibero debe ser un espacio seguro para nuestro alumnado; se han ofrecido capacitaciones y cursos para poder brindar este acompañamiento. Por otro lado, como colaboradoras y colaboradores, debemos poder ayudar en el bienestar físico y mental del alumnado sobre todo en el nivel de prevención, por lo que debemos capacitarnos para poder brindar primeros auxilios sicológicos, los cuales permiten que estemos atentos para poder dar apoyo y, además, reducen el peligro, para poder canalizar con las instancias correspondientes y especializadas como podría ser el servicio médico, la clínica de bienestar universitario y el comité de género. En las aulas, a nivel docente, podemos reflexionar y poner en práctica la procuración del cuidado y autocuidado, y ofrecer más información. A nivel coordinaciones, es necesario que el alumnado sepa que puede acercarse a éstas a pedir orientación. Finalmente, a nivel alumnado, debe atreverse a abrir el diálogo, a estar dispuestxs a acompañar a quien lo necesite y pedir ayuda también.

            Si bien el anuncio de la OMS es una luz al final del camino, la salud física y mental deben seguir siendo prioritarias, debemos estar actualizadxs para poder colaborar al bienestar integral del alumnado.