Colaboradores de este artículo: Raúl Heras Garrido y Alejandro Guevara Sanginés
Introducción
El «costo de escasez» (CE) es un término usado en manejo de inventarios que denota al conjunto de costos en los que una empresa incurre cuando no puede satisfacer la demanda de sus productos o debe parar sus procesos productivos por falta de insumos (Selmi et al., 2019). El CE es un componente difícil de evaluar con precisión ya que se compone de elementos tangibles e intangibles (Zinn and Liu, 2001). En los primeros se encuentra la pérdida o posposición de la venta, o, el paro de la cadena de producción; mientras que en los componentes intangibles se encuentran la pérdida de reputación del vendedor y la desconfianza del comprador, entre otros. Evidentemente, cada componente tiene un valor diferente y podría existir correlación entre componentes haciendo más complicada la estimación.
La aplicación del término al caso del agua de uso doméstico se relaciona con el costo de no contar con el agua en el grifo o en el depósito del hogar bajo el supuesto de que el hogar está conectado a la red pública (o privada), o bien, cuenta con un sistema alterno de provisión de agua que garantiza cierta periodicidad y volumen de entrega. El costo de escasez se distingue de la “disponibilidad a pagar” (DAP) por un volumen de agua (precio de un volumen de agua demandado), en que este último término refleja el precio máximo que un consumidor está dispuesto a pagar por un volumen “adicional” de agua. Por su parte, el CE se enmarca en un escenario en que el consumidor tiene definida una DAP de acuerdo con la infraestructura disponible y la promesa o compromiso por parte del “operador de agua” de que su demanda de agua será satisfecha a cierto precio; no obstante, su demanda no es satisfecha.
Lo anterior sugiere que el componente tangible del costo de escasez de agua para el consumidor podría revelarse en desembolsos adicionales del consumidor ligados a anticipar una falla inesperada en el suministro de agua. Algunos ejemplos de estos desembolsos pueden ser:
Compra esporádica de agua: La escasez de agua potable puede obligar a las familias a comprar agua embotellada o de pipas, lo que aumenta el costo de la alimentación y de los servicios domésticos, e incluso de salud, dado que esta forma de suministro de agua podría representar un mecanismo menos saludable que el agua del grifo.
Instalación o ampliación de infraestructura para el almacenamiento de agua: La falla en el suministro de agua podría obligar a algunos consumidores a construir o ampliar depósitos de almacenamiento de agua como cisternas o tinacos, a fin de anticipar posibles fallas en el servicio.
Instalación de sistemas de tratamiento de agua gris. El fuerte problema de suministro en algunas regiones de México ha obligado a consumidores a explorar la instalación de sistemas de filtración de aguas grises para su reúso en diversas actividades domésticas (Alday et al., 2016; Figueroa-Wences et al., 2024). La tecnología es reciente, pero se ha considerado viable y con el potencial de generar subproductos o servicios alternos relacionados con la sustentabilidad de los hogares.
Por su parte, los componentes intangibles del costo de escasez de agua son muy variados y afectan al consumidor en múltiples dimensiones, económica, psicológica, salud, entre otras. En su conjunto podrían enmarcarse en lo que se conoce como una pérdida de bienestar general, estimación que puede tener, igualmente, aproximaciones en diferentes dimensiones. Algunos ejemplos de estos costos son:
Costos adicionales de mantenimiento del hogar: La falla en el servicio de agua podría estar vinculada al aumento en los costos de mantenimiento del hogar, ya que es posible que los sistemas de filtración, bombeo y distribución de agua, así como algunos electrodomésticos (lavadoras, lavavajijllas, refrigeradores, calentadores de agua, entre otros) que utilizan agua para su funcionamiento, requieran reparaciones más frecuentes. Si bien este costo es tangible, tiene componentes multidimensionales que dificultan una estimación precisa de este componente.
Costo en bienestar del hogar: La falta en el suministro de agua puede conducir a algunos consumidores a posponer o acortar prácticas de higiene o aseo del hogar, con los consecuentes costos sanitarios e incluso psicológicos o sociales. En otras ocasiones, la falta de agua por escasez puede conducir a la adquisición de nuevos productos tanto para el cuidado de la casa como para la higiene personal. Buck et al. (2016) estiman estos costos en 1.52-3.56 dólares americanos[1] del año 2024 (US$2024) por metro cúbico (m3) estimaciones muy aproximadas a las de Porse et al. (2018) de US$2024 0.51 – US$2024 4.30.
Costo de privación: Se refiere al valor económico del sufrimiento humano causado por la pérdida de acceso a un bien o servicio y que está directamente relacionado a las características físicas de las personas (Holguín Veras et, al., 2013). En este contexto la escasez de un suministro básico, como es el agua, genera este costo de privación, pues indudablemente se genera un sufrimiento humano al no tener agua en un periodo de tiempo prolongado. Adicionalmente, el costo de privación es mayor en zonas más vulnerables (sin infraestructura, sin efectividad operativa, sin recursos), lo que incrementa junto con los costos de mantenimiento y bienestar del hogar el costo de escasez.
El presente documento de trabajo tiene como objetivo identificar los componentes del costo de escasez de agua, revisar las aproximaciones metodológicas para su estimación, así como sintetizar y comparar las estimaciones realizadas de algunos componentes de este costo. La utilidad de este trabajo es identificar un “punto de referencia” para comparar y evaluar, desde el punto de vista económico, las diferentes alternativas de provisión de agua que pueden hacer diversos tomadores de decisiones, organizaciones y los propios consumidores para reducir la escasez y mejorar bienestar.
Factores que influyen en la variación del costo de escasez
Varios estudios muestran que el costo de escasez es variable entre individuos, tipo de hogar, localidades (condición climática y cultura de uso de agua), la duración de la escasez, así como el volumen y calidad del suministro (Genius & Tsagarakis, 2006; Soto & Bateman, 2006). Tales variables, a su vez, están íntimamente relacionadas con las fuentes de abastecimiento de agua, infraestructura y eficiencia de gestión del operador de agua (Buck et al., 2016). De igual forma, el costo de escasez depende de condiciones del hogar, como ingreso (Soto & Bateman, 2006; González-Villarreal et al, 2016), hábitos culturales y de uso de agua del hogar (Vásquez et al., 2009; González-Villarreal et al., 2016), entre otros. Soto & Bateman (2006) encontraron que hogares ubicados en zonas de mayor poder adquisitivo gozan de mejor servicio de agua potable, de aquí que el costo de escasez, medido por su disponibilidad de pago para mejorar el servicio o infraestructura de distribución de agua es menor que aquella que asignan los hogares ubicados en zonas de bajo ingreso. De igual forma, variables del hogar como estructura de la familia y nivel de educación (Acolt et al., 2016; Majuru et al., 2016; Chatterjee et al., 2017), así como la percepción sobre la condición actual del servicio de agua (Vásquez et al., 2009) tienen efecto en la percepción del costo de escasez.
Magnitud del problema de escasez de agua en la Ciudad de México
Se estima que en la Ciudad de México el 97.7% de los hogares cuentan con toma de agua potable. Sin embargo, un 29% del total de hogares señala que tienen fallas en el suministro continuo y reciben agua por tandeo con periodicidades muy variadas (CIDE, 2012; González-Villarreal et al., 2016). El tandeo regularmente tiene una periodicidad de una semana (15% del total de hogares), pero la escasez en el suministro puede llegar hasta por un mes y alcanzar hasta 1.5% del total de hogares (Ramírez-Fuentes et al., 2012). Los periodos de mayor escasez coinciden con la temporada más calurosa del año, periodo en el cual el agua de diversas fuentes también se torna escasa y cara.
A pesar de los problemas de abasto en varias zonas de la ciudad, solo el 3.2% de los hogares que cuentan con toma de agua requieren de pipa para el abastecimiento de agua, lo que hace pensar en una diversidad de alternativas de ahorro, almacenamiento y reuso de agua por parte de los consumidores. Por su parte, del universo de hogares que no están dentro de la red pública se estima que el 57% utilizan pipas; el resto de este conjunto de hogares utilizan agua de fuentes tan diversas como llave pública, (hidrantes) otro predio o vivienda, pozo o noria, o abstracción de río, lago o arroyo u otra fuente natural (CIDE, 2012). El mayor uso de pipas y agua de otras fuentes se verifica de marzo a mayo, periodo que coincide con la época de secas. El consumo de pipas en este periodo es de 1.9 – 3 m3 por mes, con un precio que oscila entre 34 – 139.52 $/m3 (pesos año base =2024).
Varios autores señalan que la percepción del consumidor sobre la calidad de agua recibida tiene mayor impacto en su satisfacción de demanda de agua, que la cantidad y continuidad del suministro (Abebaw et al., 2010; González-Villarreal et al., 2016). El hallazgo resulta claro si se considera que un agua de mejor calidad tiene invariablemente mayor cantidad de usos y menor percepción del riesgo en su uso. De aquí que la escasez de agua de buena calidad para consumo humano se presenta como el principal problema en el servicio de agua. En la Ciudad de México se estima que 62% de los hogares consideran que el agua que se consume es de mala calidad y casi 90% de los hogares no bebe el agua del grifo (Montero-Contreras, 2016). Esta proporción es preocupante y explica el elevado consumo de agua embotellada, mismo que es del orden de 243 litros / año / habitante (BID, 2010).
Una forma de reducir el riesgo de escasez de agua es el uso de tinacos, cisternas y otro tipo de depósitos. Sin embargo, debe enfatizarse que en ocasiones el uso de tinacos tiene el doble propósito de almacenaje y de mejorar la presión de agua que se distribuye en el hogar. Encuestas especializadas señalan que el almacenamiento de agua se realiza en alrededor de 75% de los hogares del país (Ramírez-Fuentes et al., 2012). Estas encuestas también evidencian que hay una relación inversa entre calidad del agua suministrada y su abasto, respecto de la existencia de medios de almacenamiento de agua en el hogar; esto es, mayor calidad se relaciona con menor almacenamiento; y as su vez, mejor abasto se relacionan con menor necesidad de almacenamiento en los hogares. La capacidad de almacenamiento es en promedio de 1.3 metros cúbicos por hogar; sin embargo, hogares ubicados en ciudades grandes tiene mayor capacidad de almacenamiento (mediana 1.9 m3) y curiosamente esta capacidad es menor en poblaciones de clima seco (0.8 m3); resultado que coincide con la mejor percepción de la calidad de agua en poblaciones de clima seco (CIDE, 2012).
Sin duda es importante enfatizar que la percepción de escasez de agua en la ciudad de México es en cierto modo ficticia, derivado de que en la mayor parte de la población hay agua disponible al abrir el grifo (Esparza, 2014). Las cifras de escasez muestran un amplio abasto en la población de la ciudad, sin embargo, no reflejan las intermitencias en el servicio, la mala calidad, o los grandes periodos de escasez de agua en amplias áreas de la periferia de la ciudad y en la población más vulnerable; tampoco reflejan que la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM) tiene un fuerte estrés hídrico sobre la cuenca y consume un importante volumen de agua de cuencas adyacentes (Domínguez, 2006), además de que la situación empeora con el cambio climático. Esta escasez, que sigue empeorando en la ZMVM, es una escasez que se debe evaluar a nivel de la unidad territorial, con un costo que depende variables como las características (condición, antigüedad, eficiencia) de la infraestructura de acopio, potabilización, distribución y tratamiento de agua, los costos de una gestión ineficiente, el costo ecológico de extraer o abstraer volúmenes de agua, los costos sociales y de salud relacionados con no atender a una amplia población vulnerable, así como los costos incrementales relacionados con la malas decisiones de provisión y distribución de agua a la ZMVM (Tellman et al., 2018). Sin embargo, esta estimación de costos merece un tratamiento especial no considerado en este documento.
¿Cómo se ha evaluado el costo de escasez de agua?
Las estimaciones de escasez se han realizado principalmente con dos estrategias metodológicas. La más común ha sido el empleo del método de valoración contingente donde a través de una encuesta aplicada a usuarios se les pregunta por la disponibilidad de pago del usuario por mejorar el servicio o calidad del servicio de agua potable para solventar los problemas de escasez de volumen o calidad de agua (Whittington & Swarna, 1994). Las aproximaciones metodológicas de valoración contingente han sido variadas y empleando diversas formas de control y ajuste de las respuestas, así como el tipo de modelos usados y aproximaciones metodológicas. Ejemplos de estas aproximaciones son los trabajos de Genius & Tsagarakis, (2006); Soto & Bateman (2006); Vásquez et al. (2009); Majuru et al. (2016); Acolt et al. (2016); Holguín Veras et al. (2016); Chatterjee et al. (2017).
Otra estrategia metodológica ha sido evaluar funciones de demanda y calcular pérdidas de bienestar vinculadas a periodos de escasez, o cambios en el precio del agua como consecuencia de la escasez, o bien, modificaciones de la estructura tarifaria. Ejemplos de estas aproximaciones son los trabajos de Olmstead et al. (2007); Grafton & Ward (2008); Mansur & Olmstead, S. M. (2012); Buck et al. (2016), entre otros. Las estimaciones con base en pérdidas de eficiencia muestran datos promedio, generalmente con una alta variabilidad debido a la heterogeneidad de los hogares (Olmstead et al., 2007). No obstante, muestran información sobre el valor de componentes no tangibles o perceptibles por el consumidor. Por el contrario, las estimaciones a través de valoración contingente permiten mayor precisión en la estimación de acuerdo con perfiles específicos de los usuarios, aunque ocultan algunos elementos de los componentes intangibles del costo de escasez que no se consideran en los cuestionarios de valoración contingente.
Finalmente, otra aproximación ha sido el uso de gran cantidad de datos derivados de estimaciones diversas en diferentes condiciones y países a través de un meta-análisis (van Houtven et al., 2017). Las estimaciones de este tipo tienen una enorme variación, aunque dan cuenta del probable efecto de las principales variables que influyen en la determinación del costo de escasez de agua.
Las estimaciones de costo de escasez de agua se han realizado en diferentes unidades (nominal). La mayor parte de ellas se han referido a una proporción del monto definido en el recibo periódico de agua y muy pocas han cuantificado el costo de escasez con base en el costo del agua por unidad de volumen (regularmente metro cúbico o acre-pie). La mayor parte de las estimaciones con valoración contingente reflejan el costo en términos de la proporción de la tarifa de agua pagada periódicamente por el consumidor. Sin embargo, este nominal no considera los cambios a lo largo del tiempo derivados tanto de la variación de la estructura tarifaria como de la composición y características del hogar.
A continuación, se muestran varias estimaciones de costos de escasez de diferentes autores considerando diversos métodos. Las estimaciones originales de los autores se corrigieron por paridad cambiaria (para estimaciones en otros países) e índice de precios para homologarlos a pesos mexicanos del año 2024. El Cuadro 1 muestra el rango de estimaciones reportadas por diferentes autores.
Cuadro 1. Estimaciones de Costo de escasez de agua de uso urbanos en diferentes localidades y realizadas con diferentes métodos.
Método | Costo de escasez ($/m3)* | Lugar | Fuente |
Valoración contingente | 4.61 | Ciudad de México | Soto et al., (2006) |
Valoración contingente | 7.66 | Parral, Chihuahua | Vásquez et al., (2009) |
Pérdida de eficiencia | 23.01 | California, EE. UU. | Buck et al., (2016) |
Pérdida de eficiencia | 54.08 | California, EE. UU. | Buck et al., (2016) |
Regresión-Meta análisis | 5.70 | México | Van Houtven et al., (2017) |
* El costo esta ajustado a valores del año 2024. Para el caso de las estimaciones en otros países la estimación considera ajustes por paridad cambiaria en el año de referencia seguido de una actualización del valor.
Los costos definidos por preferencias declaradas (valoración contingente) se observan relativamente más bajos que aquellos definidos por las “preferencias reveladas” (pérdida de eficiencia) identificadas en el mercado. Adicionalmente, es necesario considerar la enorme diferencia que hay entre la situación económica, social, y de cultura del agua entre México y EE. UU. que acentúan las diferencia entre las preferencias reveladas y declaradas.
Para México no existen estimaciones de costo de escasez a través del método de preferencias reveladas, hasta donde conocen los autores de este artículo. Sin embargo, una aproximación puede realizarse a través de los costos en que el usuario de agua incurre por resolver su problema de escasez. Dos aproximaciones son el gasto en agua de pipas y la compra e instalación de equipo de almacenamiento. A continuación, el Cuadro 2 muestra la diferencia en costo de estas dos alternativas y la razón por la cual las encuestas reflejan que la alternativa de almacenamiento adicional representa la alternativa preferida[2].
Debe aclararse que estas alternativas no son totalmente comparables. La compra de agua en pipas representa la adquisición de un volumen grande, mientras que el almacenamiento está limitado regularmente a volúmenes inferiores a 2.5 m3, por lo que la cobertura de escasez es sustancialmente diferente. Debe considerarse también que la compra de agua regularmente requiere de infraestructura de mayor capacidad, lo que aumenta notablemente el costo al considerar la instalación de la infraestructura de almacenamiento.
La alternativa de consumo de agua embotellada sin duda es la más cara, sin embargo, esta alternativa está más ligada a la calidad percibida del agua de grifo que a la escasez de esta. No obstante, la falta de calidad también representa otra dimensión de la escasez de agua potable.
Cuadro 2. Costo promedio de alternativas de reducción de escasez de agua.
Alternativa de protección contra escasez | Precio ($/m3) (año base=2024) | Supuestos del cálculo |
Compra de agua en pipas
| 11.34 – 46.51
| Se considera el precio del agua distribuida en pipas (Ramirez et al, 2012; Contreras, 2016) y un uso de 3 meses al año equivalente al periodo de sequía extrema (CIDE, 2012).
|
Costo de almacenamiento adicional
| 6.47-7.10
| Se considera el costo de equipo (tinaco de 1,100 lt de capacidad) e instalación, con 15 años de vida útil y tasa de descuento de 10%, con un consumo de 21 lts/mes/hogar y un uso de 3 meses al año equivalente al periodo de sequía extrema (CIDE, 2012). |
Escasez de agua y las alternativas de provisión de agua potable
El costo de escasez de agua es muy variable, no obstante, los hallazgos de diversos autores señalan que es mayor en hogares pobres, en zonas tropicales y templadas, en la periferia de las urbes, en zonas con infraestructura deficiente, vieja y de baja capacidad, con fuentes lejanas de abastecimiento de agua y baja eficiencia de los operadores de agua, y donde la calidad de agua es menor. También es claro que el CE aumenta en las temporadas de seca y, por obvias razones, cuando el desabastecimiento es más prolongado. En cualquier circunstancia, el CE es un parámetro de referencia para evaluar alternativas de reducción de escasez, ya sea con la adquisición de agua, de infraestructura de almacenamiento de agua de la red pública, de infraestructura de captación de agua de lluvia, la inversión en extender redes de distribución de agua privadas o infraestructura para el tratamiento de aguas grises del hogar, entre otras. El punto de referencia que ofrece el CE servirá para tomar la decisión más eficiente y elegir, tanto la alternativa más apropiada para reducir su situación de escasez, como de identificar la disponibilidad de aceptar costos adicionales (no necesariamente impuestos por el estado) para mejorar la red de distribución de agua de manera privada, colectiva o como contribución al estado.
Así por ejemplo, si la alternativa de reducir la escasez de agua de lluvia a través del establecimiento de Sistemas de Captación de Agua de Lluvia (SCALL) tiene un costo de $20.00 / m3, es claro que el costo es superior al costo de escasez (costo promedio de alrededor de $6.00/ m3 a precios del 2024) definido en el Cuadro 1, y que la alternativa de ampliar el almacenamiento de agua o incluso comprar pipas de agua podría resultar más económica (Cuadro 2), aunque de menor magnitud que afrontar un costo de privación en el que esté en juego la vida o salud en el corto plazo (Holguín Veras et, al., 2016).
Obviamente para tomar la decisión más apropiada es conveniente tener una evaluación precisa tanto del CE individual, como del costo real de las diversas alternativas para reducir la escasez y el riesgo a afrontarla. De aquí que contar con herramientas que permitan esta valoración resultaría de gran ayuda para orientar a la población y definir marcos de actuación de programas que tratan de implementar mecanismos para mejorar la cobertura de agua en poblaciones urbanas y rurales.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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[1] Valor ajustado por “paridad cambiaria” y actualizado al año base 2024.
[2] No olvidar el doble propósito de los tanques de almacenamiento, tanto para almacenar agua como para aumentar la presión del agua que se distribuye en el hogar.